martes, 31 de enero de 2012

LITERATURA RENACENTISTA ESPAÑOLA

NOVELAS DE CABALLERÍA: EL QUIJOTE

Las novelas de caballerías tuvieron su auge en España durante el siglo XVI y fueron leídas con avidez. Se cuenta que el propio emperador Carlos V, Santa Teresa y San Ignacio de Loyola, en su juventud, se entusiasmaron con esa literatura de imaginación.
Amadís de Gaula , publicado en 1504, es el más original, importante y famoso de los libros de caballerías españoles, género que se cierra con Don Quijote , una burla ingeniosa e implacable. Se supone, sin embargo, que desde el siglo XIV ya circulaban versiones de estos relatos. En las novelas caballerescas sobreviven los temas y actitudes de la Edad Media: la defensa del honor, la idealización de la mujer, el ejercicio individual de la justicia. El héroe caballeresco es un paladín (caballero que luchaba en la guerra y sobresalía por sus hazañas; persona que defiende frente a otros una idea, una actitud,) que sale en busca de aventuras, y dispuesto a sostener con las armas, y contra cualquier tipo de enemigos, los principios por los que lucha. El ámbito en el que se mueve el caballero es fantástico; sus hazañas so extraordinarias, sobrenaturales: vence a gigantes y a seres monstruosos; castillos, ínsulas, encantamientos, y hechos sobrehumanos aparecen constantemente en el mundo novelesco de los caballeros andantes; su vida es una cadena interminable de hazañas.
Se idealiza así la acción por la acción misma, aunque se exalta el sentimiento cristiano, el honor, el amor espiritual y la devoción hacia la mujer. Siempre intervienen en la vida del caballero, acompañándolo, alentándolo o protegiéndolo, el fiel escudero, la dama de quien está enamorado y el genio o hada protectora. La literatura caballeresca establece claramente una escala de valores: arrojo, belleza y lealtad son las virtudes supremas del héroe, quien no retrocede ante nada ni ante nadie, confiado en su destreza para manejar las armas y en la protección que le brindan los magos y encantadores.
Las aventuras concluyen siempre con el triunfo del paladín, que encarna a la justicia. El mundo de la literatura caballeresca encierra personajes nobles: reyes, príncipes, damas y doncellas. Las tierras que recorre el protagonista son fantásticas. Los reinos e ínsulas, difíciles de localizar en el mundo europeo, representan un mundo idealizado y maravilloso.
Este tipo de novela, en la que la acción tiene más importancia que la psicología y en que los personajes son una especie de paradigmas de virtudes heroicas y sentimentales, tiene sus orígenes en la literatura francesa del siglo XII.


EL QUIJOTE DE LA MANCHA

Las aventuras que aparecen en el Quijote se pueden clasificar en tres tipos: aventuras andantes o caballerescas, aventuras de villanos y aventuras fingidas.
I.- Aventuras andantes o caballerescas:
Las aventuras andantes son producto del azar y surgen cuando don Quijote va de camino. En ellas, el caballero, víctima de su locura, interpreta equivocadamente la realidad.
Estructura
  1. presencia de un estímulo externo (luces, molino)
  2. asimilación de la realidad objetiva y de la realidad caballeresca (imagina que eso ha ocurrido en un libro) - narrador lo describe
  3. descripción de la realidad subjetiva (molino-gigante) - don Quijote habla
  4. advertencias de Sancho Panza
  5. reto o desafío de Don Quijote
  6. cólera de don Quijote (la actitud de los antagonistas le enfada)
  7. invocación a Dulcinea
  8. obligación de presentarse el vencido ante Dulcinea del Toboso
  9. intervención de los encantadores (cuando es derrotado)
Función de las aventuras andantes:
De los puntos descritos los cuatro primeros sirven esencialmente para caracterizar, aunque de forma superficial, al caballero y su escudero. Los cinco restantes tienen la función de parodiar los libros de caballerías.
Dos aspectos fundamentales de este tipo de aventuras son el punto dos - la falsa interpretación de la realidad - y el punto 5 - el reto o desafío que pone de manifiesto que la iniciativa de la batalla corresponde a Don Quijote.
II.- Aventuras de villanos:
En estos episodios don Quijote y Sancho se ven envueltos en peleas sin que haya un desafío previo. Son también los episodios en que suelen salir apaleados. Pueden ser provocadas, a veces enfrentamientos multitudinarios. Este tipo de "molimientos" se basa en la negación del modelo de la aventura caballeresca, porque ni luchan con armas - sólo hay puños y golpes -, ni intervienen caballeros, sino villanos. Cervantes se sirve de este tipo de aventuras para parodiar de forma cómica los libros de caballerías.
Ejemplos: Yangüeses, Maritornes, el manteamiento de Sancho
III.- Aventuras fingidas:
Las aventuras fingidas representan la inversión de las aventuras andantes. Son situaciones causadas (preparadas por otros personajes). La realidad externa es deformada por terceros para adecuarla a la realidad caballeresca de Don Quijote.
Estructura:
  1. Terceros personajes fingen aventuras con ánimo de ayudar a don Quijote / Terceros personajes quieren divertirse a su costa
  2. El fingimiento se apoya:
    • en una apelación a la fama de don Quijote
    • en un desafío formulado por una personaje que actúa bajo falsa personalidad
    • se le pide al caballero que actúe / ayude
    • se altera la escena de la realidad
  3. Don Quijote finalmente acepta la apariencia de la realidad del fingimiento y actúa en consecuencia
En este tipo de aventuras los que fingen quedan en ridículo y no los personajes.
Ejemplos: La aventura de Micomicona, El enjaulamiento de Don Quijote, El Caballero del Bosque / de los Espejos, El Caballero de la Blanca Luna

lunes, 30 de enero de 2012

LITERATURA MEDIEVAL

Marco histórico
En el siglo V a.C., el imperio romano de occidente se colapsó debido, entre otras cosas, a sus divisiones políticas internas y a las invasiones de los pueblos bárbaros del norte. Alanos, ostrogodos, visigodos y demás tribus penetraron en los dominios del os césares con nuevas costumbres, ideas y formas de hacer gobierno. Así, el antiguo imperio se fragmentó en múltiples reinos. El latín siguió siendo la lengua culta y los invasores pronto se convirtieron al cristianismo, que desde el siglo IV era la religión oficial de Roma, gracias al emperador Constantino. De tal modo, sobre las ruinas del gran imperio que había conquistado todo el mundo conocido, inicia una nueva etapa de la historia de occidente: la edad media.
Durante los primeros siglos de la edad media, los grupos bárbaros (así llamados despectivamente por los romanos) formaron reinos a lo largo del actual territorio europeo, varios de los cuales gozaron de prosperidad económica y de un gran florecimiento artístico y cultural. Poco a poco el sistema político creció alrededor de la figura del feudo. Éste era un pedazo de tierra asignado a un Noble, del cual tenía el derecho de explotar tanto sus recursos naturales, como a sus habitantes; a cambio, el señor feudal debía proteger a sus súbditos en medio de los múltiples conflictos armados que agitaron la época medieval. De hecho, para resolver los problemas entre los dueños de los feudos existía la figura del rey, quien fungía más como árbitro que como monarca absoluto de un reino. El rey era “el primero entre sus iguales”, y también comandaba las misiones de conquista contra otras regiones dentro y fuera de Europa. Además de los nobles, la sociedad medieval se componía de otros grupos: los clérigos y el pueblo llano.

Las órdenes religiosas, y los primeros libros y bibliotecas.
Los primeros formaban parte de la Iglesia, con sede en Roma, y su función era justificar y reproducir la ideología dominante de la época, es decir, el cristianismo. La teología católica era la base última del modo de ver y juzgar la realidad en la Edad Media. Además, los clérigos eran los encargados del desenvolvimiento de las artes, por ello los monasterios se volvieron centros culturales de primer orden. Allí se copiaban y conservaban manuscritos con información sobre todas las áreas del saber humano, en especial los textos de filosofía y literatura grecolatina. Los monjes peregrinaban cientos de kilómetros a abadías como las de Cluny y Cister, en Francias, en busca de libros. Así se transmitía el conocimiento de un extremo a otro de Europa.
Con todo, el saber culto medieval nunca fue accesible para el pueblo, casi por completo analfabeta. Este estamento social estaba formando por artesanos, labradores, soldados de bajo nivel y, en general, por los súbditos del señor feudal. Ellos eran el motor económico de la sociedad, quienes sostenían con su trabajo a los otros estamentos. Estos, a cambio les daban protección. A diferencia de la idea corriente que tenemos sobre la cultura medieval, ésta sobresale por su enorme variedad de expresiones.    Las artes visuales estaban concentradas casi exclusivamente en el templo cristiano, arrancando con el estilo bizantino (llamado así por proceder de Bizancio, hoy Estambul) que destacó por sus coloridos mosaicos que decoraban el interior de las iglesias, como la de San Apolinar, en Ravena, Italia. Casi al mismo tiempo, entre los siglos V y X después de Cristo, los reinos bárbaros también crearon un estilo particular. En ellos se construyeron templos con forma octagonal, como la catedral de Aquisgrán, Francia, dedicada a uno de los reyes más famosos de la Edad Media, Carlomagno. Los bárbaros también sobresalieron por sus joyas de oro y piedras preciosas.
La invasión de los musulmanes a España y Sicilia en el siglo VIII, de la cual hablaremos más adelante, aportó nuevas formas de hacer arte, que en Europa. Los intrincados diseños decorativos del palacio real de la Alhambra, en Granada, y los arcos de herradura de la mezquita de Córdoba, fueron retomados para crear el estilo mozárabe, mezcla de la estética árabe con la de Occidente.
Hacia el siglo X nace el estilo románico, con enormes iglesias como la de Santiago de Compostela. Las pinturas románicas expresan bien el espíritu estético del momento: las figuras deformadas de Jesús, María y los santos no son muestra de la torpeza de los artistas, sino de una cultura que despreciaba el cuerpo, la material finita, a favor del espíritu, de la parte inmortal del ser humano. 
La península ibérica (España) reflejó varios movimientos culturales en la edad media. Los musulmanes conquistaron España y llevaron no solo una nueva religión inspirada en Mahoma, sino toda una cultura que enriqueció a europa: filosofía, medicina, estilo artístico, poesía, música (el canto flamenco tiene claras raíces árabes). Además este reino musulmán fue  un buen ejemplo de tolerancia religioso, pues en él convivían sin problemas musulmanes, católicos y judíos.  Mientras tanto, en la parte norte de España, que no había sido ocupada por los musulmanes, los grupos cristianos se organizaron para hacerle frente a la invasión de su antiguo territorio. Durante 700 años la guerra entre europeos y árabes se llevó a cabo, hasta que en 1492, el rey moro Boadbil entregó granada a las fuerzas de los reyes católicos.  Con todo, el conflicto entre uno y otro grupo no siempre su fe tan simple: era frecuente que un noble cristiano, para atacar a otro de sus iguales, se aliara con los musulmanes. Y en el bando cristiano eran bastante frecuentes la división y las luchas internas. No fue sino hasta la unificación de los reinos de Castilla y Aragón, gracias al matrimonio de los monarcas Fernando e Isabel a fines del siglo XV, cuando se creó un frente común contra los musulmanes.

El origen del Poema de Mio Cid
Se  desconoce el autor del Poema de Mio Cid, aunque  al final del manuscrito, conservado en la Biblioteca Nacional de Madrid, se afirma que lo escribió un tal Per Abbat. La palabra escribir en esa época quería decir copiar, actividad necesaria cuando en esa época quería decir copiar, actividad necesaria antes de la invención de la imprenta en Europa. Así, el texto que tenemos es una versión de un poema creado tiempo atrás. Los  especialistas no se ponen de acuerdo sobre la fecha de composición del Poema de Mio Cid: para algunos fue a principios del XIII, cerca de la época de la copia de Per Abbat (1207). De cualquier modo, el Poema de Mio Cid es una de las primeras obras literarias en castellano.

Las primeras obras literarias en castellano.
Los primeros escritos en nuestra lengua son las llamadas glosas o comentarios en español anotados al margen de textos redactados en latín y hallados en algunos monasterios del siglo IX.  La primera obra literaria en una lengua cercana al español son las jarchas, pequeños poemas amorosos en dialecto mozárabe (mezcla de árabe y castellano). Trataban sobre temas filosóficos y fueron compuestos hacia el año 1000.
Junto con obras medievales como El cantar de Roldán, de Francia, y el Cantar de los nibelungos, de Alemania; el Poema del Mio Cid (o Cantar del Mio Cid) pertenece al género de la epopeya, texto que narra en verso grandes hazañas vinculadas con la historia de un pueblo o nación. El género es muy antiguo, pues ya en el año 200 a.C. se había compuesto en Mesopotamia el Poema de Gilgamesh, seguido mucho después en el siglo VIII a.c.  por la Illiada y la Odisea en Grecia, el Mahabarata y el Ramayana en la India, etc. Así, el Cantar del Mio Cid fue una de las epopeyas o  poemas épicos que seguramente abundaron en la España medieval, pero es el único que nos ha llegado completo a la época actual.
Para algunos especialistas, el Mio Cid fué creado de forma oral por algunos juglares, luego sería transmitido de voz en voz hasta que Per Abbat o algún otro personaje lo puso por escrito. Según los investigadores, e poema fue concebido por escrito por algún autor culto, con conocimientos de historia y derecho, pero muy influenciado por el modo de creación de los poemas orales.
Los poemas orales abundan en fórmulas y frases hechas que permitían a los juglares memorizar poemas épicos tan largos como el del Cid.

Los temas del Poema de Mio Cid
El protagonista del Cantar del Mio Cid es un personaje histórico llamado Rodrigo Díaz de Vivar, que vivió en el siglo XI y cuya existencia está probada por documentos cristianos y musulmanes. Su sobrenombre era Cid Campeador, o sea, “señor que batalla”, pues la palabra Cid, quiere decir “señor” en árabe. La historia de ese personaje también es contada en forma literaria en otros textos y romances (poemas con versos octosílabos).
El tema central del Mío Cid es el de la pérdida y recuperación de la honra. Inicia con el episodio del destierro del Cid, quien debido a intrigas políticas dentro de la corte, cae de la gracia del rey. El hecho provoca la indignación del narrador. Así, el protagonista, debe demostrarle al monarca su valor, realizando hazañas y enviándole parte del botín tomado en las ciudades conquistadas como prueba de fidelidad y de la falsedad de las acusaciones que lo llevaron al destierro.
Para lograr su cometido, el Cid se sirve de sus principales valores: valentía, bondad y astucia. En compañía de sus fieles seguidores, como Minaya Álvar Fáñez, primero obtiene recursos engañando a un par de judíos prestamistas, lo cual es celebrado por el narrador. En su destierro, el Cid se enfrenta y vence en varias ocasiones a los musulmanes.  A Ruy Sánchez, no le interesa tanto propagar la fe cristiana, como recuperar su honra perdida. Por lo mismo, no duda en combatir al conde cristiano de Barcelona y recuperar la confianza del rey.
Tras haber recuperado su  honra política, el Cid debe rescatar su honra moral. Los infantes de Carrión, miembros de la alta nobleza, piden en matrimonio a las  hijas de Ruy. Tras celebrarse las bodas, las recién casadas son violadas y golpeadas por sus maridos, lo cual representa una afrenta más que el Cid debe arreglar.  El poema no solo refleja la realidad multicultural y política de la España medieval, sino describe con realismo las emociones de sus personajes, quienes son dudan en llorar, quejarse, reir, y gozar a lo largo de la obra. Eso nos permite identificarnos con el héroe, quien lo es no por vencer a los monstruos o brujos, sino por sobreponerse a las adversidades sin negar los principios como el valor, la honestidad, la bondad y la justicia.

Conclusión  
La grandeza el Poema de Mio Cid, la primera obra narrativa extensa de la literatura española en lengua romance, se debe a que es reflejo artístico de lo mejor de la vida de la nación española en su época de gestación. Además de su belleza y valor literario, como toda gran obra de arte es, a su vez, síntesis y fuente fecunda que irradió su espíritu hacia la literatura posterior y hacia la vida misma de Hispanoamérica.